22 de abril de 2007. Nueve de la mañana. El sol brilla y la temperatura es en ese momento ideal para la práctica de deporte. Comienza la maratón, el reto deportivo más grande al que me he enfrentado. La lesión que hasta última hora me ha hecho dudar sobre la participación me ha eliminado la presión. Haré lo que pueda, llegaré lo más lejos posible. No me duele el tobillo pero al mínimo dolor lo dejo.
La emoción de los primeros kilómetros se palpa en el resto de los corredores. Ellos, al igual que yo se examinan ese día después de tantas jornadas de entrenamiento. Es un comienzo duro, cinco kilómetros subiendo la Castellana. Allí arriba, en la Plaza de Castilla, me esperan Albertín, Carlos y Carmen. Albertín se incorpora conmigo y me acompaña los siguientes quince kilómetros. En un principio ese primer tramo iba a ser Guillermo mi acompañante, pero finalmente como hasta última hora no me he decidido a correr no le he hecho venir. Ese tramo acompañado ha sido sin duda el más cómodo y el más bonito.
Después de bajar por Sinesio Delgado y la Avda de la Complutense llegamos a Moncloa donde otra vez nos animan Carlos y Carmen. Desde ahí atravesamos el bonito barrio de Argüelles, pasamos por delante del Palacio Real, subimos por la Calle Mayor y llegamos a Sol dónde una multitud nos ha
ce pasillo lo que me hace sentir como si estuviera subiendo el Tourmalet en el Tour de Francia. Albertín esta de acuerdo conmigo de que aquello es emocionantísimo.
Albertín me acompaña unos kilómetros más hasta Alonso Martínez. Atrás hemos dejado La Cibeles, Recoletos y la Calle Génova. Un kilómetro después llego a la Media Maratón, en Juan Bravo. Llevo dos horas y me encuentro bien.
La verdad es pocos kilómetros más tarde y tras la subida de Príncipe de Vergara ya no me encuentro tan bien y mi mente empezó a intentar convencerme que debería retirarme en el kilómetro 30, en la Plaza de Ciudad Lineal. Bajamos por Arturo Soria y la idea no se me quita de la cabeza. Allí estará Enci, está al lado de casa y mi tobillo empezaba a dolerme un poco, ¿para que arriesgarme? Después de lo sucedido la última semana ya estaba bien. Pero cuando vi a Encina de lejos un cúmulo de emociones me asaltaron y las lagrimas se agolparon en mis ojos. Enci me dio un empujón de ánimo y me convencí que tenía que darlo todo por terminar. Un poco más adelante volvían a estar animando Carlos, Carmen y Albertín. Tenía que conseguirlo.
Tres kilómetros más tarde, tras bajar la calle de Alcalá hasta Canillejas me paro. No se que me pasa. No me duele nada, pero las piernas no quieren correr. Camino un rato, bebo agua en un avituallamiento y continuo corriendo. Poco después me vuelvo a parar. A partir de ahí sólo recuerdo que reinicié la marcha y paré varias veces, aunque no recuerdo ningún dolor especial. Supongo que es eso a lo que llaman el muro. Es curioso que viviese esta situación en el parque de Arcentales, el lugar en el que entreno habitualmente...Toda esa crisis me dura hasta llegar a la plaza de Toros de las Ventas, que está más o menos en el kilometro 39. Comprendo que he perdido toda opción de bajar de las cuatro horas, pero no me importa. Desde allí, otra vez la multitud de gente me arrastra por las calle de Alcalá hasta la meta. Un poco antes de entrar en el parque del Retiro vuelvo a encontrarme con Carmen, Albertín, Carlos y Enci. Siento que ya está hecho Un kilometro más tarde atravieso la meta de mi primera maratón : 4 horas 20 minutos seis segundos ¡Que fuerte!