El año 2005 se nos va. Es hora de hacer balance. Esta es mi visión del año que termina.
El 11 de marzo se cumplía un año de la brutal matanza de Madrid (199 muertos). Sólo cuatro meses después otro ataque terrorista deja decenas de muertos en Londres (56 muertos). En otro lado del mundo una guerra cada vez más incomprensible deja cada semana una cantidad indeterminada de muertos. Aquí no hay número, imposible llevar las cuentas. Parece que la vida vale más o menos según donde estemos.
Otro ejemplo lo tenemos con las catástrofes que han asolado el mundo este año. ¿Por qué nos llega más cerca la destrucción que el Katrina deja en Nueva Orleans que la devastación que produjo un terremoto en Pakistán?
Mundo:
Lo mejor: Solidaridad (las ONG's siempre al pie del cañón), desarme del IRA.
Lo peor: El hambre, el sida, las catástrofes naturales, las guerras, el terrorismo ( otro año más).
España:
Lo mejor: La ley que permite el matrimonio entre homosexuales, regularización de trabajadores inmigrantes.
Lo peor: La crispación política, los incendios, la sequía.
Deporte:
Lo mejor : Nadal, Bekele, Isinbayeva (geniales). España campeona del mundo de balonmano.
Lo peor: El doping de Heras
Destacado:
Libros: El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon
Cine: Million dollar baby de Clint Eastwood
Música: El regreso de Andrés Calamaro
Hasta siempre:
Agustín González (actor), Javier Tussel (historiador), Joaquin Luqui (locutor), George Beast (futbolista), Guillermo Cabrera-Infante (escritor), Julián Marías (filósofo), José Luis Velasco (periodista), Arthur Miller (escritor) , Charly Gaul (ciclista), Juan Pablo II
29 diciembre 2005
El negro por Rosa Montero
El negro
Publicado en El País
Rosa Montero Lunes,5 de septiembre de 2005
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".
Publicado en El País
Rosa Montero Lunes,5 de septiembre de 2005
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".
28 diciembre 2005
San Silvestre de León
Dudas razonables
Los casos recientes de Roberto Heras y Mariano Puertas reabren un debate no del todo cerrado nunca. Ambos casos son extraños por las circunstancias en los que se produjeron. ¿Son fiables los sistemas antidoping? ¿Son las leyes que actúan contra el doping justas?
Autores como Dan Brown en el mundo o Julia Navarro en España incrementan el índice de lectores pero los críticos los ningunean. La gente lee más pero ¿es bueno lo que aportan estos autores?
El índice de espectadores en las salas de cine ha bajado alarmantemente. El pirateo, el cine en casa, el alto precio de las películas parecen los responsables. ¿Se está acabando lo de ver las películas en las salas comerciales?
La crispación política generada por la oposición de derechas y la falta de respuesta a los problemas de la calle por parte del gobierno socialista dejan un panorama político en España de pataleo y parvulario. Falta al parecer verdadero interés por solucionar los problemas de España y hay demasiado interés por ostentar el poder. ¿Hasta cuando?
Autores como Dan Brown en el mundo o Julia Navarro en España incrementan el índice de lectores pero los críticos los ningunean. La gente lee más pero ¿es bueno lo que aportan estos autores?
El índice de espectadores en las salas de cine ha bajado alarmantemente. El pirateo, el cine en casa, el alto precio de las películas parecen los responsables. ¿Se está acabando lo de ver las películas en las salas comerciales?
La crispación política generada por la oposición de derechas y la falta de respuesta a los problemas de la calle por parte del gobierno socialista dejan un panorama político en España de pataleo y parvulario. Falta al parecer verdadero interés por solucionar los problemas de España y hay demasiado interés por ostentar el poder. ¿Hasta cuando?
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