04 octubre 2006

Trulli


Su mirada estaba llena de lealtad y de cariño. Nunca me sentí solo a su lado. La muerte, incluso la de un animal, se lleva consigo algo para siempre. La ruptura prematura de una vida, incluso la de un animal, deja siempre una sensación de impotencia. No le tocaba a él irse. Era joven, fuerte, lleno de vida. Nunca más le oiré ladrar lleno de alegría cuando muy de tarde en tarde aparecía por la Aldea. Nunca más saltará en aquella caseta, que le debía resultar mínima ,solicitando atención. Nunca más me acompañará en mis entrenamientos, corriendo juntos por aquellos campos que suponían para él sus espacios de libertad. Nunca más podré disfrutar de la velocidad y potencia con la que corría detrás de las pelotas que le lanzaba, ni de sus impresionantes saltos en busca del juguete que le mostraba en mi mano, en lo alto de mi brazo estirado. Nunca más.

Me ha sabido a poco, Trulli. Se que estarás en el cielo de los perros y espero que allí si tengas todo el rato una campo abierto que puedas recorrer, con tu olfato siempre alerta, en busca de tus cosas. Espero que allí tengas a alguien que pueda jugar contigo todos los días y no tan de tarde en tarde como yo lo hacía. Y ahora me doy cuenta, demasiado tarde, que me ha sabio a poco.


Hasta siempre amigo.